Te voy a contar un cuento…
No es un cuento para contar, es lo que cuento, cuando no cuento, lo que quiero contar…
Había un pequeño muchachito, tan listillo y tan jovial, que no se daba cuenta de su triste soledad.
El pequeño muchachito, un sueño quería alcanzar, quería ser pistolero en una gran ciudad. Vestido con sus tejanos, camisa a rayas y polar, un sombrero de ala ancha y una cartuchera por detrás.
Era tan grande su sueño, y tantas las ganas de jugar, que se olvidaba de ir a la escuela, y de su ignorancia escapar. Tenía pocos amigos, tan pocos que serían fácil de contar, con media mano los contaba, y con la otra mitad los dejaba escapar.
Se miraba en un espejo, pero no era el de verdad. Él se veía reflejado, alto, lozano, interesante, atractivo, inteligente y locuaz, pero no era la realidad. Solo veía un reflejo, el único que el podía mirar.
De tanto jugar el muchacho, se le olvidaba estudiar, y de algunas de sus palabras mal dichas, las risas en otros no se podían controlar. Equivocaba las frases y algunas no las podía acabar. En unas se comía las letras y en otras ponía de más.
El se jactaba y presumía – ¡Soy el más guapo del lugar ¡ -. Se miraba en los cristales, en los que se podía mirar… y pensaba alegremente ¡qué maravilla de chaval ¡
El pobre muchachito, se creía el dueño del lugar, pensaba para sus adentros cuando alguna linda muchacha se paraba a observar a tan despampanante pavo, pavoneándose con su andar. Él se creía que enamoraba, que engañado iba el pobre chaval, simplemente ella miraba, a tan espectacular y ridículo, Caoboy de ciudad.
Armado con su pequeña pistola de plástico, a todos quería asustar. Cuando veía a los demás niños jugando, él a voz en grito les llamaba y a sus órdenes los quería organizar. ¡Ay¡ pobre Caoboy de ciudad, ¿quién contigo quiere jugar? Decían todos los niños y solito le volvían a dejar, jugando con su pistola de plástico y pavoneándose ante los demás.
Triste existencia te espera, Caoboy de ciudad. Deja atrás tus sueños, comienza a madurar. Respeta a los demás niños y deja de jugar. El lejano Oeste está dónde lo han dejado los Americanos, Indios, Pieles rojas y demás. Mira a tú alrededor y veras gente sencilla y leal.
No quieras ver en los demás niños, lo que tú no dejarás de ser jamás.
María
Simplemente un cuento.
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Simplemente un cuento.
<B>Bon profit.</B>
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