Zapatero debe rectificar ya

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Han pasado tres días ya del atentado de ETA. Tras la explosión en la T-4 de Barajas es precisa, aunque ya sabida, la condena más enérgica de todos los españoles contra una banda terrorista que lejos de tender algún supuesto puente hacia la paz, ha demostrado una vez más que su única intención es matar o no matar en función de sus objetivos.


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Las muestras de rechazo a la política antiterrorista del Gobierno de Zapatero no suponen ninguna deslealtad al partido político que lo sustenta democráticamente. El presidente no es responsable de lo que podía haber acabado en una masacre en Madrid, pero sí que es culpable del proceso de debilidad del Estado de Derecho, del que se han aprovechado los etarras.

Las decisiones de la Fiscalía General del Estado instando a los jueces a “tener en cuenta” el contexto político en sus sentencias, son buena muestra de esa situación. Por ello, la crítica ante una escalada de gestos sin sentido del Ejecutivo es tan legítima como los votos que llevaron al PSOE al Gobierno.

Fueron muchas las voces que advirtieron a Zapatero que su salida del Pacto Antiterrorista era el peor camino para intentar doblegar a los asesinos de ETA. Sin embargo, el presidente siguió con su apuesta por la negociación con la banda por “su voluntad inequívoca de abandonar la violencia”. Tras este equivocado paso, la violencia siguió de una u otra forma y el Gobierno no mostró ningún solo gesto de exigencia a la banda terrorista.

Después llegaron las cartas de extorsión, el intento de quemar vivos a dos policías en el País Vasco, el robo de pistolas, el hallazgo de un zulo y otros indicios que mostraban a las claras la intención de los terroristas: rearmarse y financiarse para ser más fuertes y sembrar el miedo en el país. Con la furgoneta que explotó en la T-4 se han derrumbado las expectativas de paz que pudiera tener Zapatero.

Por ello, sólo hay un camino para el Gobierno: la unión a los demócratas y las víctimas del terrorismo para volver a hacer caer el peso de la ley sobre los asesinos. Se tienen que terminar los eufemismos. El presidente de todos los españoles no puede hablar de “accidentes mortales” cuando habla de terrorismo.

Además, debe dar información clara y veraz sobre todo lo que rodea al atentado. No es posible que en Ecuador se dé por muertos a los dos ciudadanos que perdieron toda su paz y libertad entre las ruinas de la terminal y que el Ejecutivo hable de “desaparecidos”. Por otra parte, el Gobierno también tiene que condenar enérgicamente el secuestro de un joven durante tres días. ETA robó su vehículo para convertirlo, posteriormente, en la furgoneta de la muerte aparcada en Barajas.

Todavía no se ha oído a ningún líder socialista rechazando de pleno esta acción terrorista, como si fuera cuestión baladí. Será porque mientras este ciudadano estaba retenido por ETA, Zapatero salía a la palestra para decir que estábamos “mejor que hace un año”. Otro tema es el de las cámaras de la T-4. A diferencia de otros atentados terroristas, como el de Londres, en el de Madrid se ha visto una furgoneta que fue el origen de la tragedia pero no existe ni una sola imagen de quienes la aparcaban. Sería conveniente para la seguridad de España, que por lo menos el Gobierno tuviera la certeza de quienes son las personas que han manchado de negro la Navidad de muchas familias.

En este contexto, Zapatero debe convocar con urgencia una reunión con Mariano Rajoy, para volver a una política común con el principal partido de la oposición. Se ha acabado el tiempo de la “suspensión” de la negociación. La acción conjunta de los demócratas es lo único que deben esperar los terroristas.