Ella pensó que sus alumnas no debían ver ese cuadro, y decidió sacrificar su pudor, sentándose sobre el hombre y cubriéndolo con su hátito.
Al rato de estar sentada, se sintió iluminada y comenzó a orar:
*Ay santa rosa, como se llama esta cosa.
*Ay san arturo, parece que algo está duro.
*Ay san fernando, siento algo que está entrando.
*Ay san vicente, es algo caliente.
*Ay san benito, esto si que es bonito.
*Ay san rolando, siento que me estoy mojando.
*Ay santo tomás, ya no aguanto más.
*Ay santa eternidad, perdí la virginidad.
*Ay san clemente, que no se entere la gente.
*Ay santa canuta, que lindo había sido ser puta.
*Ay san pancracio, que me la saque despacio.
*Ay madre amada, ¿no quedaré preñada?.
*Ay san formento, no vuelvo más al convento.
Amen.
