1.- Te sitúas, como digo, del lado de la sinrazón y el porrazo como solución
2.- Desprecias la palabra, como arma para terminar con el dolor de todas las familias afectadas en el conflicto vasco
3.- Aseguras tu trabajo en radio, prensa y TV, como es obligado en un asalariado del primer fan del golpismo bananero, un exquisito manipulador, como es tu Jefe Supremo, Juan Luis Cebrián
4.- Tu credibilidad y rigor periodístico han descendido muchos enteros
5.- Tu concepto acerca de la ética y la deontología profesionales quedan en entredicho
6.- No demuestras ser más demócrata, sino mucho menos adicto al diálogo, que es lo contrario de lo que se espera de un ciudadano honrado.
7.- Apoyas a un lehendakari de pensamiento blando llamado Patxi López que, si fuese honesto, debería militar en el PP
8.- Los franquistas te elogiarán como mereces: desde Polanco al Rey, pasando por Felipe González, Rosa Díez, Rajoy y Pío Moa.
9.- Dime quién te alaba y te diré quién eres.
10.- Jamás has levantado la voz para condenar el terrorismo de Estado y la tortura, cometidos en esa patria a la que crees servir tan diligentemente.
Somos cientos de miles de ciudadanos, vascos, catalanes, gallegos, canarios, castellanos, etc., los que estamos convencidos de que la paz puede llegar a Euskadi, cuando la democracia plena haga acto de presencia en esta España de neofranquismo, pandereta y maltrato
Somos cientos de miles los que rechazamos y lamentamos todas las violencias, y no sólo aquella que interesa a quienes jamás mostraron su dolor ante los miles de crímenes “alabados” por la iglesia, mientras los culpables son honrados en cuarteles, cuartelillos y edificios, calles y plazas, avenidas y parques, de pueblos y villas, ciudades y barrios en todas las comunidades
Somos cientos de miles los que ansiamos una paz y convivencia reales, dándole la voz a todos los representantes de la sociedad, pero no vetando el voto a una enorme parte de ella. Somos cientos de miles los que luchamos por una república, por una democracia real que responda a su etimología y sentido: el poder del pueblo.
Somos millones los que reclamamos un cambio radical del sistema electoral, derogando la actual Ley D’Hont y dando paso a listas abiertas. Sólo de esa manera, se comenzaría a sentir un mínimo equilibrio político, social, psicológico y moral, sentando en los parlamentos, senados, diputaciones y ayuntamientos, de forma proporcional, a los auténticos representantes de la ciudadanía.
Somos millones, finalmente, los que sentimos un asco imparable, ante frases de personajes como ese cardenal hondureño, que anunció “un baño de sangre” y no salió ni Dios a la palestra para llamarle cómplice de asesinos, ni se le ha amenazado con proceso o prisión.