Hay corazones a los que no puedo llegar. A veces me impaciento, achaco su cerrazón a su propia cabezonería. Luego, si me sereno y trato de ser ecuánime, me doy cuenta de que tal vez se deba a que yo no tengo todas las llaves.
No consuela, es cierto, pero aprender -en este caso humildad- es un logro.
Aunque por lo visto tengo que pasar por ello mil veces más hasta que sea capaz de aprehenderlo.
Buenas noches, Iniciados, que descansen.