Pastinaca escribió:Le aconsejo que, llegado el momento de sacar el polvo a la guillotina, considere la opción de llamar a un profesional.
Ese es mi gran problema, que no me gusta que venga a mi casa ningún profesional de nada. Una vez pasé mucho miedo con uno que me estaba instalando un calentador. Menos mal que eran dos, y el otro era serio. Pero hay mucho grillado que ha visto demasiadas películas.
Con lo cual decidí hacerlo todo yo, a no ser que tenga un profesional de confianza. Y, claro, como buena ñapas, a veces pasan accidentes... menos mal que la afectada siempre soy yo. Ya me he roto el coxis, por caerme hacia atrás de la escalera, con tan mala suerte que me clavé la máquina de coser en mis nobles posederas. De manos y dedos me he rebanado unas cuantas lonchas con los cutters. Codos, rodillas, tobillos con sus nervios, huesos y ternillas. múltiples ostias.
Una vez se me cayó una silla en la nariz, por hacer pesas con ella. No me estuvo mal empleado, la verdad. Desde entonces tengo unas pesas monísimas siempre. Otra vez, me enrrollé con un sordomudo, que estaba impresionantemente bueno. Y a la que iba andando detrás de él, habia unas rejillas en el suelo y clavé los dos tacones, frenándome en seco y fostiándome hacia delante todo lo larga que soy. Mientras caía recuerdo el grito desesperado:-"¡Neeeeeeeestor!... ¡si es sordo el ioputa!". Y, él ni se dio cuenta hasta muchos metros mas adelante. Obviamente le dejé al día siguiente. No me era práctico el criaturo.
Cuando voy por la calle con mi hija, me lleva como si fuera una abuela, vigilando dónde piso, ¡la mare que la parío! ¡Pues no es exagerada el bicho también!.
Ser un pato, tiene su parte de gracia, pero se pasa mucha pupa...