Quiero jugar. Pero no a un juego cualquiera. Quiero un juego caprichoso, conspicuo y elegante.

No, no es complicado, de veras. Sólo hay que ponerse a ello, pensar en algo obsceno, en algo indecoroso, en algo diletante.
Un juego que me haga arder en una llama incandescente, que me derrita por dentro y por fuera, que no me deje pensar, algo que me haga sentir encadenada al placer y que me haga ser inconsciente.

Quizás sea un pecado delirante desear algo así, algo libérrimo, procaz y adúltero.
Probablemente lo sea, aunque no todos los días creo en los pecados. Y hoy es un día de esos.

Para mí hoy prima mi ánimo efervescente, el deseo de encontrar a alguien que me arrastre, que me equivoque, que me conjugue, un amante que provoque en mí un éxtasis brutal.
Y si no lo encuentro hoy… quizás mañana.

Encontrar amantes es muy fácil. Encontrarlos con imaginación ya es otra cosa. Y sin imaginación no hay variedad, sin variedad difícilmente hay placer, o si lo hay es efímero, perfectamente olvidable.

Yo no lo hubiera dicho mejor, Telémaco.

Existen esos amantes?

Vas a seguir? estimulas mi imaginación

Lola escribió:Existen esos amantes?

Sí que los hay, sí, pero somos muy pocos, me temo. Unos rara avis que deberíamos estar protegidos.

Telémaco escribió:

Lola escribió:Existen esos amantes?

Sí que los hay, sí, pero somos muy pocos, me temo. Unos rara avis que deberíamos estar protegidos.

Tenga usted cuidado que yo las pillo por donde me parece.
Quiere jugar conmigo?
Ve?

No, no, ni caso me haga.

Órdago a la grande de Telémaco.

Suerte.

Veo que hoy amaneciste cachonda, Dae

Recuerdo una amiga que me decía que al amor era cosa únicamente de amantes, y a poder ser intermitentes, para que así se desgastase menos, ya que por su propia naturaleza era incapaz de resistir a las acometidas de la rutina.

En cierto modo, si entendemos que la magia del amor exige aguardar cada encuentro con el corazón acelerado, contando cada minuto, recibiendo calambrazos en el estómago, presintiendo besos y caricias arrebatadas..., ¿serían entonces admisible en su naturaleza las legañas matutinas, los ronquidos, los empellones en la cama, los bostezos, los codos sobre la mesa u otras grietas que se van descubriendo en el edificio de la pareja a medida que la rutina hace mella en la convivencia?

Existe un viejo aforismo que más o menos viene a decir que el amor narcotiza el conocimiento y que el conocimiento mata al amor. Es posible que así sea, que la convivencia termine convirtiendo al amor a lo sumo en un sucedáneo compuesto por cariño, complicidad, respeto y, si acaso, niños e hipoteca compartidos.