Mensajepor Thor nillo » 26 Jul 2014 11:50
Yo he ido mejorando mucho (desde mi punto de vista, claro)
Fui un niño feliz en Málaga, hasta los ocho años. Me di cuenta de que no venía mal dotado para el mando.
Cuando me cambié de ciudad (Jaén), todo mi mundo se hundió. Esa ciudad maldita me pudo.
En Almería (de 13 a 17 años) recuperé algo mi capacidad de mando, pero a base de voluntad: para seducir al personal, me incliné por el sentido del humor. Buena elección que tiene un 25% de inspiración, un 25% de cultura y un 50% de técnica. Sigo siendo hábil improvisador de comentarios chistosos en todo momento y lugar.
En Badajoz (18-21 años) volví a caer. Me di cuenta de que mis técnicas de seducción sólo valían para hombres, preferiblemente gamberros. Las mujeres pasaban de mi de forma estrepitosa. Mi frágil autoestima volvió a hundirse.
En Madrid (21 a 26 años) alcancé lo más bajo. Todos mis truquillos parecían de mampostería barata comparados con la parafernalia dialéctica del selecto grupito en el que caí. Decidí autodisolverme, quedarme en blanco, y volver a pensarlo todo. Absolutamente todo. Igual que la serpiente más venenosa es vulnerable mientras cambia la piel, yo sufrí lo indecible en los dos años que duró el proceso. Al final del túnel, con 25 años, surgió un hombre nuevo. Trabajé en un colegio de profe, viví de las rentas un año, rechacé un trabajo de yupi quedándome con los entrevistadores y me fui a Almería de peón agrícola, toma ya.
Me casé al año y viví los mejores tres años laborales, siendo jefe del departamento de I+D de la mayor empresa agrícola de Europa. Ole mis huevos. Con 27 años daba conferencias a grupos de doctores que venían a congresos en Almería, sobre hidroponía.
La empresa quebró (Era Quash, SA, de Banca Garriga y Nogués y luego Banesto) por asuntos "mariocondiles", y me contrataron unos catetos.
Los nueve años de los catetos (de los 30 a los 39) fueron terribles en lo personal, aunque satisfactorios en lo profesional. Me hice un buen productor de plantas ornamentales.
Cuando me despidieron, me juramenté para no tener más jefes. Y ahí estoy. Hoy soy un empresario muy pujante y mi empresa es la principal productora de una clase de planta que se está poniendo muy de moda.
Los mejores años son estos, sin duda. También, el firme propósito de tocar decentemente el piano, me tiene sumido en una intensa actividad.
Un thor nillo saca a otro thor nillo