Me inclino ante tus descabellados alegatos sobre los lagartos escayolados y me caigo en el precipicio de tus argumentos intentando incrementar la lógica del razonamiento absurdo para descarrilar los límites del futuro mientras tú, ingenua de mi, hueles las flores perfumadas con cánticos del Sálvame.
No vengo a que me acaricies ni me des una magnifica bofetada traspuesta. De tus manos pude desgarrar mi cara, así que resucito y muero en cada una de tus miradas y lanzo un lamento al viento para que cure a los desprestigiados por su oscuridad latente.
No, no he venido a hacer amigos, los tengo a todos en cloroformo, siyno que sólo informo, de lo que es sin forma para ahuyentar tus miedos de cucaracha sin cocina donde rascarse. Habito en tus entrañas, junto al peritoneo que taconea por bulerías un desgarrado ciego de contornos alineados en estéticas descubiertas. Lanzo mi sangre al viento para pintar un cuadro que me salga de adentro. Un cuadro rojo con cacas negras, colores de los que estamos hechos.
Sois tan babosos que arrastráis vuestro pasado pegajoso impregnando de cal y arena todos los ladrillos celosamente construidos. Sois un vacío lleno de imbecilidades que os atormentan. Lavaros los pies, enjuagaros las orejas, que hay mucho que caminar y escuchar.
Lo siento no conozco el camino por hacer, ni el que he pasado. No he venido para ayudarte a encontrarte. Ya estás tardando en encontrar un insulto al que encomendarte, retumba en tí cual eco en una cueva vacía de orangutanes.
Pasaremos todos, los encarnados y los anacidos, volveremos a flotar en la oscuridad del desencuentro. Fijate tú, que yo he sacado mis clavos con dolor y contento.
Caerán vuestros razonamientos lógicos pero la Insolencia pervivirá por los siglos de los siglos retratada en todos los calzoncillos. Sois carne putrefacta que camina a su disolución. Qué esperabais ¿un beso desdentado?
En los límites del pensamiento me deslizo con una parabólica y una pértiga. Reza todo lo que sepas. Llegó la hora de planchar la peluca. ¡Qué Dios nos pille confesados! murmuró el cura al hacer caja.
