Hay que escribir de otra forma. Se puede decir que lo que en su día propuso el tonto de (como le llaman algunos) Zapatero no era una idea descabellada, era una propuesta que ya recogía de otro y que lanzó a la ONU siendo bien acogida a la que se fueron sumando países tras países, pero que todo quedó y queda en sesudos foros que no llevan a nada porque hay demasiados intereses ocultos. Y se puede escribir que se ha de retomar esa idea inicial, que hay que sentarse a hablar y a negociar, como se hizo en su día con ETA. Lo malo es que en esta clase de terrorismo no hay una cabeza visible, no hay señores con los rostros tapados emitiendo comunicados por televisión, no hay valientes que digan, que cuenten, que pidan. Y como no hay, no se puede negociar.
Pero sobre todo hay que escribir que los terroristas no piensan, que los terroristas sólo se guían por el odio hacia todo lo que no sea su fanatismo porque intentar desviar ese odio por el camino de la venganza de lo que se hizo en Irak o en Afganistán es disculpar el daño que se hace a personas inocentes que mueren o que quedan mutiladas para el resto de sus vidas. ¿Por qué? Seguirán preguntándose dentro de dos, de diez, de veinte años, hasta que se mueran, ¿por qué me quedé sin piernas si yo sólo iba a trabajar? Sólo les quedará eso. Y muchos padres se preguntarán lo mismo cuando miren la fotografía de su hijo o de su hija muertos pensando que eran unos buenos hijos y que no merecían morir tan jóvenes. Y lo mismo se preguntarán muchos hijos respecto de sus padres.
No. No se puede comprender el asesinato indiscriminado. No se pueden comprender las bombas. No se puede comprender el fanatismo. No se pueden comprender las inmolaciones. No se pueden comprender a esos fanáticos asesinos que matan como los cobardes a escondidas de su propio sentimiento religioso porque su religión no predica matar.
No comprendamos, no demos el primer paso a la captación. Ya está bien. Inventemos otra fórmula, pero esa no.
