exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca
La historia es conocida y yo he fatigado a muchos relatándola cientos de veces; Borges se quedó ciego en 1955 y, en ese mismo año, lo nombraron Director de la Biblioteca Nacional Argentina; con ocasión de aquel doble hecho tan singular escribió un archifamoso "poema de los dones", uno de cuyos cuartetos prologa estas vanas palabras mías, y que comenzaba (es imposible sustraerse a la obligación de reiterarlo)
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
Borges se figuraba el paraíso bajo la especie de una bilbioteca y creo que a quienes nos gustan las letras nos ocurre algo similar. Recuerdo mi vida entera entre libros, unos compañeros vitales que van exigiendo cada vez más espacio y más ideas para ubicarlos.
La posibilidad de tenerlos a todos, o casi, unidos, juntos, aposentados en anaqueles que, si puedes, deben tener una cierta lógica, un cierto orden que, ¡ay!, se va perdiendo con el tiempo porque nunca has previsto bastante espacio para los libros que se van uniendo a los que ya tenías, constituye una de las aspiraciones de muchos letraheridos.
En cualquier caso la imagen de una, cualquiera, biblioteca siempre me ha fascinado. Cuando sea capaz de utilizar mi escaso conocimiento tecnológico trataré de mostrar una foto de la bilbioteca de mi casa que más me gusta; por ahora muestro alguna de las que nos ofrece internet.
La más impactante que haya visto es, y también la he reiterado por estos foros de dios, la de Holland House en Londres, foto tomada tras un bombardeo alemán en la II Guerra Mundial.
Frente a la voracidad de quienes acuden tras cualquier catástrofe a un supermercado, a una tienda de elctrodomésticos o de moda, frente al pillaje de esos, me fascina la parsimonia de quienes se detienen a hojear los libros. Aunque vayan a sustraerlos, los aman.
